A modo de esperanza en el arte, experiencia Entre Cielos


Creer en los artistas, a pesar de los artistas.
Creer en lo premonitorio, lo que se avecina, lo que alumbra sin razón ni política.

Viajar en el tiempo, al límite y más allá y volver.
Irse es volver a quedarse.
El arte como viaje, en el diálogo de lo que no se conoce. El viaje de los no turistas.

Salir del ombligo, explorarse.
Unirse en las experiencias, hasta olvidarse el ego.
La conciencia del arte como línea del tiempo.
El arte como una cronología del mundo.

Vivir en una esperanza, por más vana.
Vivir como una magia, como aprendiendo la magia.
Revivir es un misterio.
Y un aprendizaje que sirve, apenas, para morir en paz.
La paz es eso a lo que apelan los viejos cuando empiezan a morir (conozco varios jóvenes, muertos, zoombies, tan pacíficos que no te cagan pero tampoco te llevan a ningún lado).

Legar un trayecto.
Tirar fotos recortadas, aún sin editar.
Honrar las virtudes, los placeres, aquello que resguarda la nobleza de espíritu, la generosidad.
Dar es recibir mejor de lo dado.

Gozar el talento para respirar ante lo que aparece como indescifrable.
Rendirse ante lo bello, entregarse, a la inversa de los hippies sudamericanos.
La belleza del mundo es el arte que llega del primer soplo.

Compartir el corazón de las artes, aún de las malas artes.
Las buenas se reconocen, de inmediato.
Las malas se esconden, mienten, apenas la angustia del vacío, la soledad.
Las malas artes son chiquitas y vulgares, ordinarias.
Quedan las buenas artes, las nobles.
Cotizan en el Paraíso
El resto es dolor y condena y frivolidad.
Pasa sin pasar.

Arte es todo, pero también es nada.
Convenceme, contame tu cuentito.
Compro o no compro.
Te amo, te odio.
Dame, más.
Dame, más.






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