Maradona abrazado a la mafia de Nápoles



"Cuando Diego Maradona, el mejor futbolista del mundo, llegó de Argentina a mediados de los años ochenta, y un par de años después Nápoles ganó la liga italiana por primera vez en su historia, la prensa habló con toda seriedad de un renacimiento cultural de la ciudad, y la familia Giuliano hizo suyo al jugador. Este pasó buena parte de su tiempo divirtiéndose en su compañía, y adquiriendo el hábito de la cocaína que acabó con él. "Era, soy y siempre seré un adicto" -dijo el jugador cuando regresó a Argentina con su carrera destrozada-; la gente habla mucho de la droga, pero no de lo que empuja a alguien a drogarse. Yo tenía un propósito. Tenía que huir de Nápoles".
Era evidente lo que quería decir. En días más felices, Maradona fue fotografiado a menudo en las bodas y otras celebraciones de los Giuliano. En una foto se lo veía con un joven de la familia dentro de una tina enorme y costosísima en forma de concha que los Giuliano acababan de comprar. Cuando el hijo de diecisiete años de Nunzio Giuliano murió de una sobredosis, un ejército de guaglioni del clan irrumpió en el hospital, se impuso al personal y salió de allí con el cadáver del muchacho para llevarlo al velatorio familiar. La muerte de un Giuliano era cosa de la familia, no de las autoridades sanitarias. Los Giuliano siempre fueron buenos a la hora de hacer un pequeño despliegue con que intimidar a los demás...".

Extracto del libro "Medianoche en Sicilia", del australiano Peter Robb.
Más sobre el autor:  A writer's life: Peter Robb


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