Las pasiones inexplicables

Por Mauricio Runno
Ninguna pasión es mejor que otra, en tanto se legitima la libertad de escoger y respetar el libre albedrío. Por eso no es discutible que en estos primeros días del año se haya “despertado” una pasión nacional, una más, ahora llamada “Rally Dakar”.
De cualquier modo es bastante curioso que una competencia llamada Dakar sea tan celebrada y apoyada aquí, más cuando media todo un mar (el Atlántico) y un continente de diferencia entre esa ciudad y el eje Buenos Aires-Valparaíso, que no está en Africa, sino en América Latina, lugar de aventuras por antonomasia (basta saber cuál es el promedio de ingresos per capita en nuestro continente y compararlo con el africano y luego con el europeo). Pero, bueno, estamos un poco acostumbrados a seguir esas pasiones “inexplicables”: dentro de semanas comenzará el mayor torneo de fútbol del país, al que se llama Clausura. Y cuando termina ése, a mitad del año, comienza el Apertura. O sea: si es por precisión cronológica y geográfica, los argentinos estamos desafiando varias leyes. El “interior”, por ejemplo, aún no parece encontrar posición en este país tan fuertemente centralista, reducido a una ciudad que es la capital de un imperio inexistente.
No quería salir del Dakar. Me entusiasma hasta la perplejidad oír, leer, que se trata de una “aventura”. A veces creo que es una enorme ironía. ¿Cuál es la aventura de recorrer miles de kilómetros en máquinas tan costosas y tan preparadas para sortear accidentesy problemas? ¿Cuál es el sabor de cruzar geografías insólitas y a veces salvajes a 100 kilómetros por hora? ¿Cuál es, entonces, la experiencia real, en estos cruces de velocidad y vértigo?
Hace unos meses entrevisté a un tipo común. Es de San Martín. Fierrero y cultor del aeromodelismo. Fui hasta su taller de reparaciones, un verdadero laboratorio, para preguntarle acerca de sus motivaciones para lo que sí me pareció una aventura. ¿Cuál era la suya? Parecía muy simple: caminar por el desierto, atravesar una geografía inhóspita, desde un punto de Chapanay, para salir a la ruta San Juan-La Rioja, a la altura de la Difunta Correa. Carlos Bullares caminó, desde Encón, 60 kilómetros en direcciónal santuario religioso. Lo hizo solo, sin compañía ni apoyo ni sponsors. La suya fue una aventura que supo de esfuerzo, soledad, persistencia, casi una épica en la superaciónde sus propios límites.
“En 1991 encontramos ese lugar junto con otros amigos. Anduvimos en moto, pero, claro, no tan alejados de la ruta. Hasta ese momento no conocíamos esa parte del desierto. No estábamos preparados, no llevábamos nada. La primera vez fuimos de caraduras. En un momento mis amigos no se la aguantaron más y tuvimos que volvernos. Y a mí me quedó pendiente eso: yo quería llegar caminando hasta la Difunta Correa”, dijo, mientras mostraba fotografías de paisajes jamás pisado por otros hombres.
A veces creo que los buscadores de aventuras se han convertido en meros y vulgares competidores. Otro tanto ocurre con los viajeros: hoy cualquier turista se cree con derecho a opinión o visión cosmopolita. El mundo es bien distinto en la mirada de ellos, viajeros y aventureros, aunque el pan siga siendo el pan, y el circo siga siendo un verdadero circo, que, cuando ya se ha visto, levanta carpa en busca de nuevos e ingenuos públicos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Dakar

miraba con ironía la gente agolpada para ver los autos del dákar
y justo pasó un cuatro por cuatro rojo
y me emocioné
juro que me emocioné


Juan López, 9 de enero de 2009

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