"La escuela no transmite lo que transmiten los medios"


Entrevista con el antropólogo Luis Triviño


Por Mauricio Runno

El licenciado Luis Triviño ocupó cargos prominentes en diversas instituciones educativas: fue Rector de la Universidad Nacional de Cuyo, Director de Educación Superior, Rector de la Universidad de Congreso y, cuando todo parecía que acabaría en una jubilación medianamente apacible, se embarcó nuevamente en un proyecto que lo tiene como Rector Organizador de la Universidad Cooperativa de General Alvear. El lo explicará, más adelante.
Déjenme contarles que ayer, mientras me dirigía a la casa de Triviño, iba a contramano de caravanas de coches con banderas de Godoy Cruz. Mi destino era Guaymallén mientras que el de los hinchas era el de copar las profundidades del Parque para el partido con Boca. Cuando me avisaron del suicidio de José Genoud, al filo de la medianoche de esa noche, volví a releer a Antonio Di Benedetto. Y mientras releía esa novela francamente excepcional, “Los suicidas”, comencé a pensar en personas que podían hablar sobre Genoud, alguien que celebrara esos pactos que a veces se transforman en amistad, y en que, además, esa misma persona entrevistada también pudiera hablar de otras cosas, tan honorables y respetables como las de cualquier hombre que de un modo u otro muere.
Y por alguna razón el antropólogo Luis Triviño me pareció una entrevista interesante. Y fue así que, creo, comenzó esta entrevista, teñida de una mendocinidad severa, en la que Dios no existe, aunque es un gran personaje, como diría Rodrigo Fresán. Donde la muerte es “entrar en la nada”. Y en la cual el desierto de Lavalle pareciera ser una buena locación en caso de haberla filmado. Después de conversar con una persona de 76 años, la vitalidad o es una fe o una convicción, o ambas cosas.
- La muerte es un hecho siempre sorprendente.
- Sí. Y en un suicidio más sorprendente aún. Y de un amigo, más sorprendente aún. Jamás creí que José podría hacer algo así.
- ¿Lo había visitado hace poco?
- No, no hace tan poco. Pero sí hace un tiempo. Estuve con él, con Rosita y con la hija de ellos cuando rindió la tesis de Arquitectura. Así que ése fue mi último contacto personal. Hablaba por teléfono, sí, a veces. Pero no lo visitaba por esas cosas de la vida, ¿no?
- En estos días he estado releyendo esa novela ineludible del siglo XX, “Los suicidas, de Di Benedetto.
- (Sonríe) En el suicidio, como causalidad inmediata, en estos momentos todo lo que sabemos, o que creemos saber, es que está de por medio la depresión. Ahora, ¿por qué viene la depresión? Bueno, ése es ya un asunto personal, de la historia de cada uno. José tenía un motivo de depresión no muy grave, porque en definitiva al cáncer ya lo había manejado bien.
- He hablado con médicos. Dijeron que su salud era normal para su estado.
- Sí, era normal. Pero no deja de ser un problema. He conocido a varia gente con cáncer, “curados”, que no se han repuesto desde lo mental. Después aquello que se habla de su situación en los sobornos del Senado. Y según la gente entendida, como es el caso de (Leopoldo) Orquín, el dice que no hay motivos, ya que José no aparece como culpable. Pero de todas maneras, en estos casos, no está ya la condena judicial, sino la condena social. Y hay que decir que la sociedad ya lo había condenado. Mucho antes que la justicia.
- ¡Qué terrible!
- Es terrible, sí. Es lo peor que le pudo pasar un político de raza, como era José. El nació político, lo llevaba en la sangre. Y esta situación lo mantuvo inactivo, públicamente, aunque él seguía trabajando. E iba contra su naturaleza. El siguió en contacto con políticos, pero no era la dinámica anterior a esa situación que se interpuso en su trayectoria. Uno no lamenta este hecho sólo por una buena amistad, o por ser correligionario, o por haber trabajado con él en Causa Nacional, sino porque él era un tipo generosísimo. Daba favores a todo el mundo. Y un amigo lo definió muy bien: mucha gente le debe favores a él, pero él no le debió nunca a nadie. Realmente fue un tipo excepcional.
- A lo que deberíamos agregarle que era un hombre muy inteligente.
- ¡Muy inteligente! Era muy estudioso. Cada problema que él abordaba lo estudiaba previamente. Y era un hombre de una muñeca política admirable. Yo lo pude observar mucho más de cerca cuando encaramos la recuperación de la universidad, yo como candidato a rector y luego ya en ese puesto. Colaboramos mutuamente en ese punto. Y ahí me di cuenta que él estudiaba el panorama donde actuaba y los distintos escenarios que podían producirse. Y es medio raro que se combine todo esto. Digo: un político de raza y al mismo tiempo un tipo humanamente bueno. De forma tal que enterarme de su suicidio fue una cosa terrible.
- Saliendo de este tema quería preguntarle, como intelectual, si los tiempos actuales condicionan las decisiones políticas. ¿Lo urgente está tapando lo importante?
- Hay una realidad: el rápido dinamismo de la realidad posmoderna y los cambios vertiginosos que se van produciendo. Entonces para el político actual, y aclaro que mi participación política siempre ha sido muy chiquita, muy medida, ya no es posible pensar en una serena y tranquila observación de las cosas, como podría haber sido en la época de Yrigoyen o de Roca. Actualmente los cambios son vertiginosos y pasan por el costado y lo que sucede en cualquier parte del mundo repercute acá, y muy rápidamente. Generalmente esto ha pasado siempre, lo que ocurre que con otros tiempos.
- ¿Habla de la aceleración del tiempo?
- Exacto. Por ejemplo: es ingenuo creer que la Independencia argentina fue fruto del 25 de Mayo o del 9 de Julio. Ese hecho tiene relación directa en el enfrentamiento de Napoleón con España, con la consiguiente pérdida de la autoridad española, y de allí los líderes americanos, que querían la independencia, aprovecharon la situación. Por lo tanto es un hecho que la independencia argentina y de tantos países americanos no se deba a factores endógenos y sí exógenos. O en todo caso a una combinación de ambos, pero es el exógeno donde pesa más: si Napoleón no hubiera frenado a Inglaterra hubiéramos tenido una tercera invasión inglesa. Y hoy estaríamos hablando de Shakespeare y no de Martín Fierro. Y hoy en día esta situación es ultra acelerada. Lo que sucede con los medios de comunicación, las tecnologías existentes, la dinámica de las fuerzas económicas a través de esas tecnologías, lo que se llama la cibercontabilidad, es un buen ejemplo. Y que hacen que al político le resulte mucho más difícil enfrentar varias situaciones.
- Las decisiones en conjunto, por ejemplo.
- Claro, porque una cosa es tener un mes de plazo para tomar una decisión, que es relativamente fácil. Pero ahora sucede que mientras uno está conversando con un asesor, para tomar una decisión, en ese mismo instante, en algún punto del mundo ocurrió tal cosa que le quita validez a la consulta. De manera que, si siempre fue difícil ejercer la actividad política, yo creo que ahora lo es más que nunca.
- ¿Coincidirá en que, aún así, la actual dirigencia política de Mendoza está muy subcalificada en cuanto a estudio y conocimiento?
- Me da la impresión que sí. No afirmo que sí. Creo que el actual equipo de gobierno, elegido por Jaque, no es precisamente lo más brillante en materia intelectual. Lo digo mirándolo desde afuera y leyendo los diarios. Y los hechos que en cierta medida abonan esta impresión son los cambios de gabinete, también vertiginosos. ¿En Seguridad cuántos ministros hemos tenido? En Educación da la impresión que no se da pie con bola. Esta medida que no se aplace a los alumnos es un disparate fenomenal. Va contra toda la crítica educativa… me imagino que a Guillermo Jaim Etcheverry, si se ha enterado, le debe haber dato un ataque…
- ¿De risa?
- (Risas) Sí, y de dolor también. Yo creo que Jaque es una excelente persona, hasta donde lo conozco. Creo que él pensaba que no iba a ganar. Y las circunstancias hicieron que llegase. Por eso creo que llegó al gobierno sin tener un equipo preparado. No digo que sea mala gente. Pero se lo ve flojo. Y da la impresión que su gestión es una cosa medio desarmada, indecisa.
- Mendoza siempre ha sido como una isla. Con lo bueno y lo malo que eso implica. ¿Hemos dejado de ocupar esa isla?
- Me da la impresión, por las cosas que uno ha vivido, que Mendoza efectivamente en todos los regímenes ha tenido una singularidad respecto al contexto nacional. Lo viví personalmente, durante el primer peronismo, entre el 45 y el 55. Vivía en Buenos Aires aún. Y estaba en la posición antiperonista. Era un estudiante joven.
- No había muchas opciones, por entonces: pro o anti.
- Es cierto. Entonces cuando la cosa se puso muy espesa, y además porque tenía referencias de lo que era Mendoza, incluso tenía amigos, me vine para acá. Y efectivamente comencé a vivir una modalidad distinta, la del peronismo aquí, que era menos agresivo, menos perseguidor. Era otro estilo el de los gobernantes. Lo digo porque lo experimenté personalmente. Y si vemos todos los gobiernos y las etapas posteriores ha ocurrido algo similar. Esto lo señala mucho mi ex alumno y amigo Carlos La Rosa. No desde el punto de la definición partidaria, sino desde el punto de vista de la sociología, Mendoza ha sido más conservadora. Y ha habido más trato entre gente de distintos partidos. Hay un estilo de convivencia distinto al que se ve en otros lugares. Además Mendoza ha tenido siempre dos o tres puntos claves, que debemos agradecerle a los constituyentes de 1919, que fueron quienes tuvieron esa visión.
- ¿Está hablando de la reforma constitucional propiciada por Lencinas?
- Sí. En ese momento le dieron autonomía jurídica a Irrigación y a Educación. Una gran visión, porque eran los puntos que necesitaba Mendoza para ordenar su progreso. Y las obras de Irrigación que se fueron haciendo significaron progreso en serio. Un hombre del Partido Demócrata, sí conservador en el sentido ideológico, como Pancho Gabrielli, fue “recontra” progresista. Incluso cuando aceptó ser gobernador de un gobierno militar bajo la condición de llamar a elecciones enseguida. Y él era progresista por el empuje que imprimía a sus gestiones para el desarrollo de Mendoza. Da manera que Mendoza tuvo esa particularidad de ser una provincia singular, con gente muy especial, que en este momento se ha desdibujado.
- Ha tenido gran desempeño en la actividad intelectual y académica de Mendoza. Ha sido rector de la Universidad Nacional de Cuyo, también ocupó idéntica función en la Universidad de Congreso. Es todo un experto en estos temas…
- (Interrumpe) Con las limitaciones propias que pueda significar ser un experto (risas).
- ¿De qué se trata este proyecto académico que está organizando en General Alvear, y que sería el tercero en su tipo en todo el mundo?
- No soy un experto pero puedo hablarle con mucho entusiasmo. Y antes de hablar de este proyecto voy a traer a colación algunas cuestiones personales. Fui rector de la Universidad de Cuyo y después que me jubilé me contrataron durante un tiempo en la Universidad de Congreso, de la que me fui denunciando toda la administración corrupta que había allí dentro. De manera que, a esta altura del partido, ya jubilado, y puede grabarlo, con una jubilación de mierda, y con algunas de las enfermedades ya propias de los 76 años, no estaba para meterme en ningún proyecto educativo más. Sinceramente. Ni privado ni público. Lo público fue una experiencia muy linda, centrado en la transición del régimen militar a la democracia, etapa que primeramente estuvo encabezada por Isidoro Busquets, con el cual también colaboré, como decano. Y luego como rector contribuyendo a la democratización universitaria.
- ¿Y su experiencia en el ámbito privado?
- La Universidad de Congreso fue un ideal académico que desgraciadamente estuvo muy mediatizado y arruinado por el aspecto administrativo.
- ¿Y cómo llegaron a convencerlo nuevamente?
- Vinieron a hablarme de General Alvear un grupo de dirigentes vecinales, cooperativistas. Allí está lleno de cooperativas, hasta de servicios. Tienen empresarios con mucho empuje. Y ellos se plegaron a una idea del que fue, y lo digo con orgullo, también ex alumno mío, Director de Cooperativas de Mendoza, el licenciado Walter Marcolini. Ellos vinieron con la idea de crear una nueva modalidad universitaria. Que no es típicamente privada, dependiente de la decisión capitalista de invertir dinero en educación, que de acuerdo a la ley es sin fines de lucro… pero, bueno, eso que se lo cuenten a Magoya, ni el aparato estatal, que es muy linda, pero que para mi fue muy linda en su momento, al que me referí anteriormente. Y esa propuesta me impactó.
- ¿Trabaja con ellos desde cuándo?
- Hace un año y pico que yo me incorporé a este proyecto de Marcolini. El habló con las fuerzas vivas de Alvear y les propuso llevarme como rector organizador; no como rector, que recién saldrá cuando tengamos los estatutos y mayor grado de organización. Y estoy muy entusiasmado porque veo que la idea de esta universidad surge de la propia población, de los dirigentes. Y no de un inversor al que le sobra dinero y no sabe si quiere tener una fundación o una universidad o lo que sea. Este grupo de personas quiere una universidad al servicio de General Alvear. Tanto es así que se enmarca dentro de un proyecto de desarrollo regional, en el cual la universidad es un instrumento.
- ¿Cuáles son las otras dos únicas universidades cooperativas en el mundo?
- Una está en Colombia. Ya tiene varios años de funcionamiento. La Universidad Cooperativa de Colombia. Y ellos tienen un programa académico al que nosotros aspiramos. ¿Qué es lo que necesita General Alvear? ¿Abogados? ¿Médicos? ¿Sociólogos? No. Lo que necesita para su desarrollo, especialmente con las improntas tecnológicas, es apuntar a lo que se llaman las ciencias duras, a lo cual me he tenido que adaptar. Para que se logren buenos resultados sociológicos e intelectuales Alvear necesita Biotecnología y Ciencias de los Materiales, ciencias que apunten a la transformación material de la región, que permitan producir riqueza y que permitan a esta universidad ser una incubadora de empresas. Los alumnos, en grupo o individualmente, deberán desarrollar proyectos de investigación que se incorporen a la oferta productiva. La universidad propicia que cada alumno llegue a ser su propio empresario. Y ojo: esto no es como algunos críticos de izquierda afirman, de hacer depender la universidad del mercado. Se trata de las necesidades de la gente. Si las pasturas son malas para desarrollar una mejor ganadería lo importante es aplicar la biotecnología para mejorar las pasturas. Este es un proyecto para 20 años.
- ¿Cuál es la otra universidad bajo este esquema?
- La de Mondragón. Mondragón es un pueblo vasco, una suerte de mundo aparte. Allí está todo cooperativizado.
- ¡Como la isla de Tomás Moro!
- (Risas) Más o menos. Con la diferencia que es una realidad: Corporación Cooperativa de Mondragón. Todas las empresas allí son cooperativas de trabajo. La enseñanza está basada en dos escuelas técnicas que en pleno franquismo creó un cura. Hoy tienen seis delegaciones universitarias.
- Actualmente, ¿Alvear tiene carreras universitarias?
- (Risas) En alguna medida existe, sí. Porque a raíz del anuncio de nuestra universidad cooperativa, a la entonces rectora, mi amiga y ex secretaria, Gómez de Erice, no le gustó nada la idea. Y anunció entonces montar allí carreras de ingeniería. Parece que finalmente no les dio el presupuesto. Y van a montar una especie de ciclo básico. Y para ser honesto debo decir que con la actual conducción de la Universidad de Cuyo tenemos una relación más armónica. Incluso más: estamos hablando de futuros acuerdos de cooperación.
- Usted es un antropólogo de valía, reconocido en distintos ámbitos. ¿Es su especialidad una de las ocupaciones más divertidas para desarrollar en el desierto?
- Mire, yo hice antropología del desierto, en Lavalle. Pero es una veta de la antropología. El antropólogo puede practicar sus estudios en cualquier lado y más aún con la expansión de la disciplina: antropología médica, de los barrios marginales, de la gente rica. Ahora, ¿divertida? (Risas). Te aclaro: y siempre se los digo a los muchachos que quieren hacer la carrera. Hay que meterse en el desierto cuando uno es joven porque hay que aguantarse el desierto, ¿no? A mí me agarró maduro, cuando ya los 18 grados bajo cero por la noche y los 25 al mediodía… ¡hay que aguantarse eso! Por eso les digo: terminen sus estudios y vayan jóvenes. Es apasionante. Los diez años que trabajé en el desierto de Lavalle para mi fueron apasionantes. Pero fìsicamente fue duro. Algunos románticamente hablan de la Mendoza natural. Y para mí esa zona es la Mendoza desnaturalizada. En una época, en Lavalle, había grandes bolsones de humedales con pasturas increíbles. Era una zona seca comparada con el Litoral, pero a nadie se le hubiera ocurrido calificarlo como desierto. La Laguna de Huanacache tenía muchísima agua. Y la actual calle Pescadores se llama así porque por allí bajaban los que vendían lo que pescaban en esas inmensas lagunas.
- Me dijeron desde España que le publicarán un libro en muy poco tiempo. ¿Qué nos puede adelantar?
- Dentro de un mes saldrá un libro acerca del ateísmo. Es un libro chiquito, de 100 páginas. Es crítica religiosa a fondo. Se llama “El ateísmo”, y el subtítulo es “A partir de las sagradas escrituras de las religiones develadas”. No es un libro de antropología, estrictamente. Lo que me interesa ahora es que lo religioso sigue teniendo vigencia en millones de personas y que siguen creyendo en esas huevadas (risas). Le doy con todo al concepto de Dios. Esto es parte de mis nuevas curiosidades. En su tiempo y con mucho respeto estudié las fiestas religiosas y populares en el desierto. Pero eso estaba bien como descripción etnográfica de cómo vive esa gente. Pero con el tiempo uno se da cuenta que esa gente sigue atada a esas supersticiones, agarrada a esas creencias, que no las llevan a nada. El libro ya entró a imprenta. Así como en un momento veía que en Mendoza era imprescindible que se conociera el desierto, creo que ahora hay que fomentar la crítica al pensamiento, más allá de lo político o lo económico.
- ¿Está actualizando aquello de que la religión es el opio de los pueblos?
- (Ríe) Por ahí viene la mano. Lo que pasa es que ahora no solamente la religión es el opio de los pueblos. Hay muchas otras cosas más.
- ¡El fútbol!
- (Risas) Sí. Pero también los medios. Es una de mis preocupaciones intelectuales. Se dice que la educación se relaciona con la escuela. ¡Un carajo! La escuela no transmite ni una décima parte de lo que transmiten los medios. Estoy hablando de valores, actitudes. Hay que tomar conciencia de esto. Y también de lo que dice mi admirado sociólogo francés, Raymond Aron, que escribió “El opio de los intelectuales”. ¿Y cuál es ése opio? La izquierda (risas).
- La última ¿pensó en su epitafio?
- (Piensa) No, la verdad que no. Respecto de la muerte tengo cada vez más arraigado el concepto de Epicuro: la muerte llega y llega y vamos a la nada. No hay alma, no hay espíritu. De manera que tengo una actitud muy serena ante esa posibilidad, además que uno se va enfermando cada vez más (más risas). No he pensando en epitafios, no. Pero he hablado con amigos, familiares e incluso con un escribano: después de morir quiero que me cremen. Entonces no hay epitafio que valga. Y que las cenizas, en cualquier caso, las tiren en el desierto de Lavalle (más risas).
- ¿Está expresamente aclarado todo este proceso?
- Sí, sí. Mire, cuando uno se va liberando de todos esos horrores, como el castigo, el mundo futuro, el demonio, la culpa, va asumiendo la vida y la muerte con mucha más serenidad. Es como entrar en la nada.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Acerca del título, mi hija de 5 años le dijo hace unos días a su madre: "mamá, yo en la escuela aprendo cosas, pero en la tele aprendo todo".

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