"El club del futuro debe tener un aroma educativo"

Entrevista con Julio Vega, de la Fundación Godoy Cruz







- Es uno de mis hobbies: estudiar los temas institucionales, lo que pasa y lo que ha pasado en los clubes de Argentina y en todo el mundo. Es un fenómeno que cambia, permanentemente, y por ahí uno queda medio desubicado en el tiempo ¿no? Porque aquí tenemos la horma de los clubes creados a principios del siglo pasado, por inmigrantes o por grupos de amigos que se juntaban a jugar a la pelota, con determinados valores: “Jugamos todos para todos, somos amigos, todo es amateur”. Y eso ha cambiado. Hoy la realidad es otra. Y nuestros clubes están en un estado que yo llamo de debilidad absoluta.



- ¿Se refiere al club como aquella entidad creada al estilo de las sociedades de fomento?



- Exacto. Y al estado de debilidad de los clubes le agregaría un pronóstico muy reservado. Yo digo que tienen síndrome de inmunodeficiencia adquirida, pues tienen deficiencias adquiridas por todos lados. Y no se pueden defender de un montón de cosas existentes. Me refiero a los clubes como entidades. Y es como que hoy están a la espera de qué camino tomar.



- Rafael Bielsa, en un reportaje más o menos reciente, decía lo que había significado el club en su vida. En este caso Newell´s Old Boys. Y actualmente ni siquiera puede ingresar a una asamblea. Y eso que él es socio vitalicio.



- Y efectivamente esto es más o menos lo que les está pasando a todos los clubes.



Julio Vega es un estudioso de ese fenómeno llamado deporte. Y su experiencia como presidente de Godoy Cruz, una función que ejerció durante más de dos décadas, que él dirá en verdad que fueron más de un cuarto de siglo, lo convierten en una persona más que autorizada para hablar de pasiones. El fútbol es una de ellas, aunque no la única. Hoy preside la Fundación Godoy Cruz, manteniendo un conflicto con la actual comisión directiva del club, batalla que ya ha sido legalizada y judicializada. De cualquier modo el lector equilibrado no encontrará aquí declaraciones sensacionales, sino historias que rescatan toda una época del fútbol mendocino. Y el registro de un dirigente del deporte en Mendoza que siempre resulta atractivo e interesante, ante un panorama más mediocre, tirando para ocre, que brillante.


Y a propósito de lectores equilibrados, un pequeño comentario acerca de los comentarios que propone este tipo de periodismo interactivo: este escriba leyó el sábado pasado una investigación que supuso fuera de contexto, que la leyó muy imprecisa y, en verdad, malintencionada, irrespetuosa, acerca de la vida privada de Ariel Ortega. La nota debe haber sido un éxito, supongo, como un éxito es el programa de Jorge Rial. Cierto es que escribí dos comentarios, en los cuales invitaba a mis colegas y compañeros de trabajo a discutir aspectos relacionados con lo profesional y la ética. También los invitaba a una autocrítica, ya que varios de los firmantes han trabajado en medios de comunicación que no justamente se caracterizan por contar todas las verdades. Ninguno de esos comentarios fue publicado (no soy de escribir malas palabras ni obscenidades, al menos los días sábados). Por lo tanto, lector, si usted quiere criticar esta nota, y no le publican el comentario, no se haga demasiado problema: sólo piense que si alguien critica a periodistas de este diario, aún siendo periodista, e integrando la redacción del mismo diario, y no es publicado, lo suyo no es nada grave.



- Quería comenzar con una pregunta, al menos desde lo formal, referida a Ángel Antonio Rodríguez. ¿Nos podría hablar de él y su obra?



- ¿Cuál es la referencia suya? ¿Por qué me lo pregunta para que partamos de allí?



- Tengo entendido que usted heredó su pasión por Godoy Cruz gracias a él, que lo conoció profundamente y que él fue quien le transmitió conocimientos acerca del fútbol y del club.



- Primero debo decirle que era familiar mío. Era el octavo hijo de un total de doce hermanos, que en realidad eran catorce contando los que fallecieron de niños. Los Rodríguez eran ocho mujeres y cuatro varones. José fue un precursor del boxeo en Mendoza, a tal punto que fue quien trajo a Mendoza a “Pascualito” Pérez desde Tupungato. Fue directivo de la Asociación Mendocina muchos años y sus hijos continuaron unidos al deporte, como árbitros, los conocidos Rodríguez Toro. Angel nació en Luján y al tiempo comenzó a venir a Godoy Cruz. Era un hombre muy habilidoso, muy astuto para los negocios. Compraba nueces y las vendía en Buenos Aires.



- ¿Un gallego vivo?



- Así es. También traía autos, que luego los vendía acá. Y cuando se afinca en la zona de Godoy Cruz se le despierta la pasión por el Tomba del Corralito, en la calles Castelli y San Martín. Yo en ese tiempo tenía 5, 6 años. Y él ya era dirigente, de la Subcomisión de Fútbol.



- ¿Por qué dijo que era familiar suyo?



- El era hermano de mi madre. Y con él empecé a ir a la cancha. Y en las reuniones familiares, que eran permanentes, siempre se hablaba de fútbol, continuamente.



- ¿Y él era dirigente?



- Claro. El comenzó en la década de 50. Y su mayor actividad en el club la ejerció entre fines de la década del 50 y principios del 60. Fueron diez años.



- Período durante el cual se construye el actual estadio de Godoy Cruz.



- Claro. El traslado se produjo en octubre de 1959. El estuvo tres años antes. Y cinco después. Y en este tema de los clubes había una lucha intestina, aunque creo que honorable. No eran luchas por malos sentimientos o por codicia: era una lucha por creer y hacer lo que se pensaba que era mejor para el club. Por lo tanto estaba el grupo de los históricos: don Feliciano Gambarte, Hugo Filipini, Polvorín Sánchez, que luchaban por la filosofía de que hubiesen solamente chicos del club, que jugasen por la camiseta. Y después estaba otro grupo que pensaba que había que dar vuelta la página y traer jugadores de otros lados: así es como llegaron Rodríguez, Pancho Bianchi, Venier. Y cada uno de estos grupos trabajaba en áreas distintas. Los que querían integrarse al fútbol grande se reunían alrededor de la Subcomisión de Fútbol. Y los otros habían creado la Subcomisión Pro-Estadio, con Feliciano Gambarte a la cabeza, con un esfuerzo tremendo. Lo increíble es que en 1959, y cuando la nueva cancha estaba lista para inaugurarse, los que habían trabajado para tener el nuevo estadio no se la querían entregar a los de la Subcomisión de Fútbol (risas). Y ahí apareció una buena fechoría del Pancho Bianchi, consiguiendo que la Liga inhabilitara la cancha vieja, la del Corralito. Y como no estaba terminada la nueva, el club no tenía cancha. Eso apuró la terminación del estadio mientras el equipo jugaba de local en otras canchas, lo que al hincha le molestaba mucho. Conclusión: el 4 de octubre de 1959 se habilitó la nueva cancha. A todo esto se hace un arreglo para que Gambarte se haga cargo del club, no le va bien, y en 1961 desembarca Angel Antonio Rodríguez como presidente, durante cuatro años.



- ¿Hay un antes y un después en el club, entonces?



- Yo creo que fue un verdadero revolucionario del fútbol, y no tomemos la palabra como buena o mala. El hizo cambios. Y produjo la posibilidad de integrar el fútbol profesional con Mendoza. El era muy hábil para eso.



- ¿El trajo aquí al Santos de Pelé?



- Entre otras cosas. A River lo traía tres veces por año. A Boca, dos. Igual que a Independiente de Avellaneda. Por eso creó un movimiento que revolucionó todo. El pensaba que Mendoza era un buen lugar para que la gente viera otras cosas.



- Aquella frase histórica: “Mendoza es una plaza importante para el fútbol”.



- Bueno, Angel Rodríguez lo concretó. Y a su vez el trataba de traer jugadores de afuera. Y cosas de la vida: le va muy mal en lo deportivo. Gastó fortunas, incluso la personal, y en esos cuatro años incluso peleó el descenso. Aún así hizo cosas muy buenas para el club.



- ¿Cuáles?



- Lo puso a Garín y a Cipolla como encargados del semillero. Y el semillero comienza a moverse muy bien. Y a fines de 1964 ocurren dos cosas: la primera es que él se enferma. Y esto lo digo como médico: adquiere una enfermedad psiquiátrica, para mí un delirio místico, que debería encuadrarse en esquizofrenia.



- ¡Qué personaje!



- Por supuesto. Y el otro hecho es que comienza a destacarse un sobrino de él, venido de Buenos Aires, entusiasmado por los éxitos del tío. Este joven, Héctor Walter Rodríguez, en principio vino para hacerse cargo de la gerencia de una agencia de autos. Y era ésa la relación: Angel dedicado al fútbol y Héctor a la empresa. Y de golpe aparece esta novedad que marca toda la historia. Angel un buen día dice: “Tengo comunicación con un ser superior que me ha dado poderes para que pueda curar a la gente. Y entre otras cosas se me ha encargado no tener bienes materiales”. Por lo tanto el negocio comienza a funcionar cada vez peor, él se queda sin recursos materiales y comienza a “ejercer” sus nuevos dones. El otro día leí una nota acerca de un libro que se está escribiendo sobre Lavorante.



- Lo está haciendo Rolando López. ¡Otro tombino!



- ¡Claro! Lo que le dije cuando me llamó es que tenía algunos datos sobre Lavorante relacionados con Angel Rodríguez, ya que él lo hizo traer desde Rosario a Mendoza, diciendo que lo iba a curar. Y así fue que mandó a otro de nuestros tíos a buscarlo, en una camioneta, especialmente acondicionada. Y cuando llegó aquí lo instalaron en una casa para que Angel lo curara. Lavorante murió tres, cuatros meses después.



- Mientras tanto, ¿quién sucede a Angel en Godoy Cruz?



- El sobrino Héctor, con Angel ya retirado del club. Y sin ninguna relación entre ambos. Y con la suerte de recibir a los jugadores del semillero. Más allá de lo sucedido con Angel hay que decir que fue un revolucionario del fútbol, un luchador e hizo cosas que quedaron a la vista de todos.
- Como contratar al Santos de Pelé, sin ir más lejos. ¿Cómo fue posible aquello?
- ¿Cómo lo hizo? El había traído a un técnico brasilero, llamado Viana da Silva, recomendando por Brandao, que era técnico de Independiente de Avellaneda. Y probablemente él le hizo la vinculación con ellos. Y el fue hasta Brasil y contrató al equipo para un amistoso. Algunos que no conocen el tema, dicen que como los brasileros son adeptos a la magia negra, fue este técnico el que le introdujo delirios místicos a Angel. Una anécdota de la época es que Godoy Cruz perdía los partidos de local porque alguien había enterrado una cabeza de gallina en el centro de la cancha. Y que había que buscarla y desenterrarla, porque esa era la causa de las derrotas (risas). Y con el Santos ni siquiera hubo contrato, ya que ellos vinieron luego de jugar en Santiago de Chile. En ese momento Angel estaba en pleno auge económico. Y la presencia del Santos fue un hecho extraordinario. Alojó al equipo en la que era su casa, en La Puntilla. Y el partido se jugó en Godoy Cruz, con un lleno total, dentro de las limitaciones que tenía el campo. Terminó 3 a 2. Sobre la hora hizo el gol el Santos.
- ¿Estuvo usted en la cancha ese día?
- Sí, claro. Porque además yo vivía a dos cuadras de allí. Tenía 17 años. Además lo vivíamos familiarmente con mucha intensidad.
- Habló del semillero heredado por Héctor. ¿Qué jugadores se destacaron en ese momento?
- La primera pandilla fue en el 45. Esta, la segunda, del 65, la conformaron Pedone, Juan Carlos Díaz, Castro, Montagnoli, Navarrete, Gutiérrez, Camargo, el “Picho” Fernández. Fue un campeonato espectacular. Hasta el último partido los pibes disputaron el campeonato con Independiente Rivadavia, que estaba en pleno apogeo. Y de esos chicos se vendieron casi todos en Buenos Aires. Camargo y Gutiérrez a River, Díaz a Racing… Extraordinario.
- ¿Y cuál era su rol dentro del club?
- Ninguno. Yo vivía todo esto sin participación activa.
- Oyendo y aprendiendo.
- Exactamente.
- Un dato que siempre me ha sorprendido en usted es que, siendo presidente de Godoy Cruz, no iba a la cancha. ¿Por qué?
- Creo que la responsabilidad del dirigente debe estar todos los días previos al acontecimiento. Y el día del acontecimiento, del partido, las cosas que pasan escapan a las posibilidades reales de gestión del presidente. Y al contrario: puede ser hasta negativo que esté el presidente. Y además a mí me gusta ver el partido solo y tranquilo. Y no puedo estar con gente que me habla todo el tiempo. Y más siendo presidente. Te gritan: “¿Y por qué trajiste a éste? ¿Por qué no hicimos esto?”. Entonces prefería no ir a la cancha, dentro de lo posible. Hay veces que debía ir sí o sí. Pero es verdad que yo me venía acá y escuchaba el partido por radio. Desarrollé un sentido, a través del oído, a través de lo que escuchaba y me imaginaba el partido de una manera realmente objetiva.
- ¡Increíble que siendo presidente de un club escuchara los partidos por radio!
- (Risas) Esa es un poco la razón. Y ahora me pasa lo contrario. Disfruto estar solo y ver jugar a los chicos que tenemos. Y me veo los seis partidos del día. A mí lo que me molestaba era el tumulto y la desubicación de la gente en circunstancias tan particulares: si ganamos todos somos Gardel, si perdemos empiezan a gritar y a putear.
- Habló acerca de las pandillas en el ciclo histórico del club. Y varias veces se ha referido a que son hasta ahora tres grupos. Me interesaba preguntarle por última, de la cual usted fue protagonista, junto con jugadores como Oldrá, Rafael Iglesias, Carlos Moya, Humberto Lentz, los hermanos Rubén y Osvaldo Almeida, el Cachorro Abaurre, Manuel Villalobos.
- Esto se enlaza con el momento en que yo decido ser dirigente. Bah, en realidad nunca lo decidí: son circunstancias casuales o son imposiciones. Y cada uno va modelando el ideal de lo que pretende como club. Si yo fuera hincha de Independiente Rivadavia me diría: “Sí, lo mejor es parar en hotel cinco estrellas, tener a Ortega, con esto gano, etc, etc”. No quiere decir que sea mejor o peor, sino que cada uno idea su modelo. Y ya en 1968 mi modelo ideal de club era, a nivel local, Talleres, y a nivel nacional Ferro y Vélez….
- Lo van a matar cuando lean esto de Talleres.
- (Risas) Cuando le digo lo de modelo yo pensaba que el club no podía ser solamente fútbol. Andes Talleres había conseguido desarrollar su aspecto social mientras que nosotros éramos fútbol y bochas. Y lograr eso era para mí un verdadero sueño. Me recibí de médico en 1970. Apenas hago el juramento me enfermo de hepatitis. Reposo completo. Cuando estaba en la recuperación, un domingo de mañana, me voy al club, para caminar un rato. Estaban jugando las inferiores. Cuando llego me dicen que estaban armando las listas para la comisión directiva. Me ofrecen y les digo que no puedo, que acabo de recibirme, que estoy buscando trabajo. Me meten un poco a los empujones a la secretaria. Y acabo siendo vocal suplente de una única lista (risas). Empecé a ir a las reuniones. Ahí conozco a dos personas muy valiosas. Una era un viejito, don Miguel Alastra, una persona muy mayor, que se había formado en la escuela de Renato Della Santa, empleado de comercio, un autodidacta con ideas muy claras. Y después otra persona interesante fue un empresario italiano, Enrique Cristofanelli, que había llegado muy pobre aquí. Y conversando con ellos, después de una de esas reuniones, les dije lo que pensaba que debía ser el club. Al poco tiempo sucede que el club se queda sin presidente y me proponen a mí para reemplazarlo. Tenía 24 años. Y dije que no, me puse firme. No podía aceptar ya que tenía que desarrollar mi carrera como médico. Y acordamos que fuera el tesorero. Y empezamos a hacer obras.
- Hasta que en 1974 usted abandona todo. ¿Qué es lo que pasó para que decidiera dejar la dirigencia deportiva?
- Ocurrió un hecho no deseado, cuando a Mendoza le dan una plaza más para el Torneo Nacional. Y había que disputarla en un torneo corto, ya que había que definir cuál equipo acompañaría a San Martín.
- Fue un torneo que se lo llamó Reducido.
- Sí. Y pasaron cosas… Alguna vez Alejandro Fabbri, que ha escrito este último libro de las cosas oscuras del fútbol, debería conocer estas anécdotas. Lo que yo conocí y vi en esa etapa, para ver quien llegaba, y finalmente llega Godoy Cruz, luchando contra Gimnasia… Es un capítulo negro, total, lo que yo vi y las cosas que se hacían en ese Reducido. La Unión Obrera Metalúrgica, los sobornos…
- Un asco.
- Un asco, total, Con tanta desgracia, o felicidad, que nos toca a nosotros ir al Nacional. Y yo me abrí totalmente. No podía… Era incontrolable todo. Y me fui a mi casa. Recién volví en 1979, gracias a la venta de Pralong a Independiente. Antes había sido vocal suplente pero no iba a al club. Con el dinero que ingresó al club por esa venta me llamó el presidente y me dijo: “Mire, acá esta el cheque. Todo este dinero queremos destinarlo a la parte social”. Ahí comencé a trabajar. Y mi proyecto era completo, con cuatro componentes: una verdad que nunca cambia: el recurso, que son los chicos, con valores propios y amor por la camiseta. El segundo objetivo era la transformación hacia un club social, polideportivo, donde pudiera ir la familia. Tercero: debíamos cambiar el entorno, ya que teníamos el peor de todos. Y el cuarto era conseguir la expansión física, ya que estábamos constringidos. Esta era la base del proyecto.
- Coincidirá que aquella visión provocó resultados deportivos más que importantes.
- Seguro que sí. Por entonces todo era un sueño, una utopía. Fue meterse a hacer algo…
- Lo afirmo porque luego de dos décadas de su presidencia el presente del club, en términos deportivos, es una cadena de esfuerzos. Y mucho de lo actual se debe a una visión poco frecuente en la dirigencia deportiva mendocina.
- Es que muchos creen que esto fue así siempre. Pocos conocen la historia de Godoy Cruz. Y muchos piensan que éste vino a usufructuar de éste otro. Mire, una noche, hace muchos años, vino el técnico de la pre-novena. Y me dice: “Doctor, aquí ando con los chicos, tenemos que ir a firmar la inscripción en la Liga, necesito que me haga la revisación médica”. Estoy hablando de 1979. Entran los jugadores de la categoría 1967 con 12 años. Mire quiénes eran los chicos: Sandro de Lucca, Gustavo Mezabota, Gato Oldrá, Martín Vilent, Oscar Pereyra. Al año siguiente, y ya consustanciado con proteger a los chicos, cosa que no todos los clubes hacen, traen a la revisación a la categoría 1968: Villalobos, Lillo. Al año siguiente: Rubén Almeida, Carlos Moya. Al año siguiente: el Chino Vargas, Villalobos. Al año siguiente: Rafael Iglesias, el Hacha Almeida, Diego Ferro, Daniel González. Y así con Abaurre, el “fantasmita” Pereyra, Armentano. Quiero decir lo siguiente: teníamos masa crítica, cinco categorías en inferiores que estaban creciendo. Esta tercera pandilla ha dado jugadores, técnicos, resultados, líderes.
- ¿Tiene relación con estos muchachos que acaba de mencionar?
- Le diría que con todos. He sido medio padre de cada uno de ellos. Hemos vivido muchas cosas, hasta las necesidades mínimas. Por ejemplo llegar el 24 de diciembre, a las diez de la noche, y darle al Gato Oldrá un pan dulce para que llevara a su casa. Al Ale (Abaurre) lo fui a buscar cinco veces. Siempre que se iba quería volver: a Chile, a Suiza, a Perú, a Racing. Con cada uno de ellos es una historia.
- Hasta que nuevamente se desvinculó del club.
- El 15 de septiembre de 2001 pasó lo siguiente: jugamos contra Gimnasia y Esgrima de Entre Ríos. Y ya el síndrome de inmunodeficiencia adquirida del club estaba con plena sintomatología. Y estaban los chicos nuevos del club, los ambiciosos, actuando a todo nivel. Esto no se puede decir con certeza, pero era como que ése partido hacía falta que se perdiera, así como muchos habrán querido que Independiente perdiera contra Los Andes para que Trotta se fuera. Y yo estaba ese día acá, escuchando el partido por radio, y era un desastre total. Los de la Subcomisión de Fútbol fueron insultados todo el partido. Y estaban en la cancha dos de mis cinco hijos. Y cuando terminó el partido, en forma separada, los dos me dijeron lo mismo: “Papá, esto no tiene sentido. Es una lucha infructuosa. Acá no se cambia nada. Es un hambre de codicia por dirigir”. Después de escucharlos pensé que tenían razón. Y decidí que al día siguiente renunciaría.
- ¿Por qué?
- Porque este club, como está, no tiene viabilidad. Y lo peor que podemos hacer es ir a luchas intestinas que lo único que hacen es destruir. Y Julio Vega, desde el 15 de septiembre de 2001, murió para el club. Aunque seguiré pensando en otros proyectos. Y no lo digo con soberbia, pero avizoro otro tipo de club para el futuro. El SIDA los va a matar a todos. Y todavía la vacuna no está.
- ¿Es ahí que surge su trabajo en la Fundación?
- ¿Sabe desde cuándo está pensada la Fundación? Está creada desde 1987.
- Como buen médico no sólo ha pensado en la enfermedad, sino también en el remedio.
- Mire, cuando le dije aquello del dinero que ingresó por Pralong que me posibilitó comenzar a desarrollar el plan, que escribí esa misma noche, en una Olivetti, hasta septiembre de 2001, cumplí con el ochenta por ciento de lo allí plasmado. Y después de ese día tan puntual de mi retiro me puse a escribir un nuevo plan, lo que pienso acerca del club del futuro: “Del Tomba, la república anhelada”. Y vuelvo a los cuatro componentes: hay uno que no cambia nunca: contar con los valores propios, los chicos, los jugadores, los talentos propios: divisiones inferiores, siempre. El segundo: no lo digo con dolor, pero sí con pena: las democracias tan abiertas, de las cuales tanto hablamos, son muy nocivas.
- ¿El asambleísmo?
- Exactamente. Por eso la estructura siempre tiene que tener cierto grado de verticalidad y "meritocracia". Yo soy responsable de lo bueno y lo malo de esta institución que estoy proyectado para el futuro, sin que esto no signifique que a los jóvenes que adquieran conocimientos, experiencias se les saque la escalera. Tercer punto: el club del futuro debe tener un aroma educativo, impregar al deporte con educación. El deporte es la mejor herramienta para educar valores. Empecemos con el jardín, la escuela primaria y vayamos incluso hasta niveles universitarios. Y cuarto: debe haber un sustento económico que evite a los mecenas o a los resultadistas: “Si nos va bien en este partido, recaudamos tanto y nos salvamos”. Para lo cual hay que armar, esto que digo en medio chiste, un banco. Tener dinero. Y para tener dinero hay que robar un banco o tener uno. Robarlo es medio difícil (risas) Y cuando pienso en este tema creo que hay que generar estructuras como las Cajas de España: cumplen el rol de otorgar crédito y la ganancia se destina a obra social.
- Faltan dos horas para que Godoy Cruz juegue en Tucumán. Gane, pierda o empate, ¿Oldrá debe irse de la dirección técnica?
- Yo le tengo que responder con el raciocinio y con el corazón. Esa sería una respuesta. Y la otra es la que denota una realidad de todos los días. El afecto y la devoción, el cariño que Oldrá tiene por el club… El en esto no es profesional; es uno más. Y es un valor agregado muy importante que hace que uno diga: tiene que seguir hasta que le encuentre la respuesta. Desde lo racional, y el fútbol es muy opinable, es una parada muy dura. Me parece a mí que no tiene cumplimentado alguna de las reglas básicas del resultado deportivo. Es un plantel demasiado joven al cual le está faltando columna vertebral con experiencia. No va a ser fácil que él pueda revertirlo. Y si lo hace es porque realmente es talentoso. Pero yo creo sinceramente que no debería irse. Y además creo en los procesos largos.
- La última pregunta es sobre una nota publicada en este diario, a propósito de Ariel Ortega. Me gustaría saber lo que opina en este caso sobre ese tipo de periodismo.
- Es meterse en la vida íntima de una persona. Y hoy leía lo que decía el médico chileno. Y realmente lo que Ortega tiene es una enfermedad. Entonces hay que ser respetuosos, muy respetuosos de eso. Ojo: tanto el que lo critica como el que le soba el lomo o quiere utilizarlo. Es una enfermedad y realmente no es fácil de superar. Todo el que haya conocido de cerca a un alcohólico sabe el drama que eso es. No es fácil de superar.

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